LA  REENCARNACIÓN  COMO  DEUDA  KARMICA
 

Las entidades reencarnan por diferentes factores: para evolucionar y, también, por deudas
contraídas en otras vidas.  Estas deudas kármicas tienen que ser saldadas en una o varias reencarnaciones según la cuantía de su Karma.

La entidad, antes de volver a encarnar, va considerando junto con sus protectores la forma más
adecuada para saldar sus cuentas y la cuantía de éstas que cree poder cancelar en una encarnación. Sobre eso no
hay una regla fija. La entidad puede decidir pagar mucho o poco, según la cantidad que ella se sienta en
capacidad para redimir.

Un karma no siempre es de una vida anterior; un karma puede permanecer en espera de que la
entidad haya acumulado la energía moral suficiente para pagarla. Cuando la entidad ya se siente con fuerza para
saldarla, entonces, recién programa la forma más adecuada que la redima de esa deuda de causa y efecto, y al
mismo tiempo, le ayude y sirva de enseñanza en su evolución.

Las pruebas kármicas determinan la duración de la vida material, las enfermedades, el estado
económico; en cierta forma, el carácter que va a necesitar la entidad para sobrellevar estas cargas en su vida
terrena. En su programa de actividades como entidad encarnada figura sus afectos, enconos, odios, que debe
vencer y transmutar en la presente encarnación.

Las entidades con deudas karmicas grandes, muchas veces, tienen una niñez feliz, estable y
protegida, a fin de que ese amor que reciben les dé fuerzas para resistir las pruebas que le sobrevendrán en su
mayoría de edad. Hay entidades que escogen pagar desde niños; por eso es muy frecuente ver personas que vienen
sufriendo desde pequeños. Estas son las entidades que si se sienten con fuerzas para pagar una gran cantidad de
karma de una sola vez. Ahora, sí las entidades no cumplen conforme a lo programado agravan su deuda, la
aumentan, y tendrán que pagarla con ese agravante además.

El proceso reencarnatorio por karma es ligeramente diferente que el normal. La entidad escoge
la familia en que va a encarnar, dentro de aquellos con los que tiene compromisos karmicos –como una necesidad
u obligación. Esto lleva a una encarnación difícil; en un grupo no armónico en el que sólo les liga la casta. Una
entidad tan karmica como la reencarnante va a tener una existencia desajustada, sin armonía en el medio en que
se desenvuelve.

Los grupos karmicos se forman por entidades mutuamente interrelacionadas que deciden pagar
juntas sus deudas, y forman así estos grupos karmicos de expiación. Esto sucede, generalmente, entre los grupos que
comparten un mismo destino –en una desgracia colectiva, en matanzas genéticas, guerra, etc. Cada uno de los
que comparten estos sucesos forman en mayor o menor grado, parte de un grupo que hizo daño en otra
encarnación. Así karmicamente se unen para expiar sus faltas, recibiendo cada uno la parte proporcional a la
cuantía de su deuda. Vemos por ejemplo que en un accidente múltiple, unos mueren, otros quedan heridos
–desencarnado, después, en medio de atroces dolores-, otros quedas lisiados y, por ahí, a uno no le pasa nada- y
dicen: ¡milagrosamente se salvó! Pués éste último sólo debía recibir un escarmiento, porque participó con el grupo
pero no era muy culpable.

Las cosas no son obra de la casualidad; todo tiene un porqué. Y cuando las desgracias o
sufrimientos se acumulan sobre uno, hay que pensar en las enseñanzas que esos pesares nos traen y qué beneficio
espiritual podemos sacar de ellos. Si recibimos las pruebas con humildad y resignación, procurando superarlas,
podemos trasmutarlas en algo positivo en el proceso de nuestra limpieza kármica. Así poco a poco, sublimamos las
pruebas y nos trasformamos de adentro hacia fuera; emanando y transmutando vamos limpiándonos más
aceleradamente de nuestra carga oscura y negativa que nos cubre como un manto y nos nos deja ver la luz.

La entidad que encarna con karma tiene en su cuerpo astral todas sus imperfecciones que lo
cubren como una coraza y, en cierta forma, impiden su desenvolvimiento. Es como una casa linda que está
completamente cercada y tapiada, lo cual impide ver la belleza que los rodea, pues no penetra la luza del sol. El
karma es como las paredes que rodean esa casa, y que impide a la entidad dar y recibir luz. Cuando se comienza a
pagar karma, haciéndolo con amor y resignación, van cayendo uno a uno los muros de las tapias que cubren la
casa. Esta nueve o coraza que envulve a la entidad se va adelgazando y, poco a poco, ésta irradia y recibe más
luz.

La entidad kármica al encargar traslada a su cuerpo físico toda su carga, y esto determina,
muchas veces, que el cuerpo al nacer traiga muchas imperfecciones o males congénitos –lo que se llama un ser
defectuoso. El hogar donde nace este ser debe tener una ligazón karmica con el infante, por cuanto la prueba es
tanto para la entidad del cuerpo afectado como para los familiares más allegados, quienes sufren al verlo así y se
esfuerzan por ayudarlo.

Cuando la entidad karmica acoge las pruebas y vence en las tareas redentoras que programó
en el astral, entonces, desencarna y pasa a un centro de rehabilitación espiritual, a una especie de clínica astral en la
que le constituyen y curan el cuerpo astral de todas las molestias y sufrimientos que le causó la expiación karmica.
Como el cuerpo astral sufre el desajuste emocional que le determinó su karma, por ello, después de expiar el karma,
dicho cuerpo debe recibir su tratamiento de recuperación.

Al purgar la entidad el karma, el cuerpo astral de la materia o espíritu de la materia descarga
del cuerpo astral toda la carga recibida; y es así como éste queda engrandecido y limpio de esa nube o
imperfección, listo para colaborar con la entidad en una nueva encarnación que siempre es más benigna que la
anterior, puesto que ya su entidad ha desarrollado su luz al haber vencido, en la encarnación anterior, parte de sus
limitaciones. En cambio, si la entidad no logra sobreponerse a las pruebas, las agrava y limita más sus posibilidades
en la próxima encarnación, al traer más densa y pesada la materia, debido a que su cuerpo astral está cargado de
deficiencias e imperfecciones.

Casi todos los que encarnan en este planeta tienen karma, por cuanto éste es un planeta de
expiación, un planeta karmico; y salvo muy contadas excepciones encarnan grandes guías, luminarias, para ayudar
a esta humanidad doliente a liberarse de sus karmas. Tambien encarnan en el planeta castas de otros planetas que
vienen con su bagaje de karma expiatorio. Eso quiere decir que, salvo algunas veces en las que se reencarnan en
una vida de premio o estímulo, todos van pagando karmas –unos más y otros menos- en casi todas sus
reencarnaciones.

Estas pruebas karmicas son, también peldaños de superación, porque una vez superadas por la
entidad ésta queda con la lección provechosamente aprendida. Con lo cual la entidad enriquece su caudal de
conocimientos y amplia su campo de conciencia, para poder comprender en mejor forma lo que viene después en
su escala evolutiva.

Por eso el Maestro dice: ¡Hijos míos, aprended vuestras lecciones conforme os las den,
recibiéndolas con resignación, fé y amor, con ese Amor Puro que todo transmuta. Así os encontraréis con la
satisfacción de ver que os váis acercando, poco a poco, a la superación, al Amor, a la Luz, Porque todos soís luz;
sólo que por karma no reflejaís la luz, la tenéis oscurecida, tenue pero conforme vayáis despejándola podréis ir
acercándonos al PADRE, por que de El venís y a El debéis volver!.